Por Patricia Islas, desde Berna, swissinfo.ch
18 de abril de 2014 – 02:19
La muerte del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, provoca la atención mundial, también desde Suiza, tierra que conoció por primera vez el otrora joven periodista colombiano en plena Guerra Fría.
“En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.”, indicó este colombiano universal en la frase final de su discurso de aceptación el Premio Nobel de Literatura, el 21 de octubre de 1982. Un largo texto dirigido a los presentes en Estocolmo y esa Europa que García Márquez pisó por primera vez en 1955 para dirigirse a… Suiza, como corresponsal del diario El Espectador.
Ya en esos tiempos se había ganado un lugar entre los mejores escritores colombianos de la época, pero en Ginebra era uno de entre muchos reporteros. El escritor recién había publicado La hojarasca, pero tocaba el turno de ganarse la vida con su pluma de periodista. En Ginebra permaneció una semana para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes: el primer ministro británico Anthony Eden, el jefe de gobierno francés Edgar Faure, el primer ministro de la Unión Soviética Nikolai Bulganin y el presidente de los Estados Unidos Dwight D. Eisenhower (el mismo que intervino en Guatemala un año antes para derrocar al presidente de origen suizo Jacobo Arbenz, que representaba el primer gobierno de izquierda en el hemisferio occidental). García Márquez arribó el 17 de julio de ese verano ginebrino, y en plena Guerra Fría.
Ese mismo día envió un cable con su primer artículo redactado desde el Palacio de las Naciones Unidas, que saldría publicado esa tarde en El Espectador. Es en Suiza que comprende la política diplomática europea. Y Ginebra quedará en su recuerdo y en sus escritos como una ciudad de la paz y la conciliación, y en medio del absurdo de un mundo de comitivas.
Era una ciudad en pleno verano, escribió, cuyos habitantes parecían más interesados en los detalles de la Vuelta a Francia en curso que en el acaecer de la trascendental cumbre que debía determinar la política nuclear en el mundo de la posguerra. Justo a esa Europa indiferente vuelve a hacer referencia en su discurso en Estocolmo en 1982, en el que tampoco escapa la mención de Suiza, al referirse a la lejanía cultural entre el Viejo Continente y América Latina: “Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna.”
La prensa suiza
El escritor es conocido en todo el mundo. Su obra maestra “Cien Años de Soledad”, publicada en 1967, fue traducida a decenas de idiomas y es estudiada en diversas universidades del mundo como uno de los pilares del realismo mágico. Símbolo de la generación del boom del siglo XX, García Márquez es llorado entre la comunidad hispana de todo el planeta, y recordado por toda la prensa, incluida, evidentemente, la helvética. “Es uno de los escritores que marcaron la segunda mitad del siglo XX, el más popular, y no solo en América Latina”, cita el diario de Ginebra Le Temps, en un largo artículo sobre la vida del ícono de la literatura en español. El Neue Zurcher Zeitung (NZZ) de Zúrich, subraya que fue uno de los mayores escritores en lengua hispana y comentaristas del acontecer y dedica también un amplio espacio a su vida y obra.